Hace un tiempo vimos el documental David Attenborough: A Life on Our Planet de Netflix. Las imágenes de nuestro planeta nos deslumbraron, pero lo que finalmente nos quedamos pensando con Stef fue sobre el mensaje de fondo: estamos destruyendo el mundo y si no hacemos algo rápido, nuestros hijos o nietos van a pasarlo muy mal.

Sufrimos imaginando posibles futuros y hablando de cosas que podríamos hacer además de las que ya hacíamos. Después de una noche de sueño, eso sí, nos olvidamos del tema, o de su urgencia al menos.

Unos días después hablábamos de nuevo, especialmente de cómo habíamos perdido el sentido de urgencia. Ya con el documental menos fresco, el futuro apocalíptico y el cambio de conductas se hacían mucho más especulativos. Nuestros esfuerzos por reciclar, por no usar auto, por consumir menos electricidad y comer menos carnes ahora se sentían más que suficientes, a pesar de saber racionalmente que no lo eran.

Nos dimos cuenta que no sabíamos qué más hacer para… ¡hacer algo por el planeta, cualquier cosa! No debíamos ser los únicos pensando así, por lo que especulamos con comenzar un proyecto que ayudara a gente como nosotros a encontrar posibles acciones.

Al poco tiempo, tuve una llamada con mi amigo Jorge y nos encontramos pensando en lo mismo. Partió así un proceso que aún continúa, pero que hoy muestra sus primeros frutos. El desarrollo de herramientas diseñadas por y para nosotros que creemos podrán ayudar a otras personas a ser menos contaminantes, tal como nos han ayudado a nosotros. Hoy hay algo en el mundo hoy que no había antes y que quizás ayude a otras personas a iniciar el camino a la neutralidad.

Estas son las 5 primeras lecciones que he aprendido en este primer tramo del camino.

1. Estamos hasta el cuello. Contaminamos mucho más que lo que la tierra aguanta

Como buenos ingenieros, con Jorge llegamos rápido a la conclusión que el primer paso era medir nuestra contaminación o huella. “Lo que no se mide no mejora”, así que la primera idea fue construir “algo” que nos ayudara a medir.

Empezamos revisando los papers, los datos y las opiniones de expertos sobre las emisiones personales y nos encontramos con una primera sorpresa: si estás leyendo esto, estás contaminando más de lo que aguanta el planeta.

El consenso científico actual fija en 1.5 grados Celsius de temperatura adicional en el planeta como el límite para evitar cambios potencialmente catastróficos y se estima que llegaremos ahí en 10 a 20 años. No sabemos muy bien qué podría pasar después de pasar ese límite, pero sí es posible calcular cuánto CO2e[^1] se necesita emitir a la atmósfera para llegar a esa temperatura[^2]. Para no aburrir, el límite es aproximadamente 1.61 toneladas por persona al año. [^1]: CO2e son las emisiones de carbono y los gases equivalentes. [^2]: Assessing “Dangerous Climate Change”: Required Reduction of Carbon Emissions to Protect Young People, Future Generations and Nature.

¡Perfecto! Dijimos con Jorge, ahí está nuestra meta: ayudarnos a llegar a ese nivel de emisiones. Pero miramos los promedios per capita mundiales y por país y el panorama no fue alentador. Solo los lugares menos desarrollados económicamente están bajo el límite planetario. Ni siquiera dejando de andar en auto y avión, teniendo una dieta completamente vegana y reciclando toda nuestra basura llegamos a emitir bajo el límite.

Me acuerdo del momento en que nos dimos cuenta de eso, lo desesperanzador que fue, pero al mismo tiempo volví a sentir la urgencia que me provocó ver el documental. Es necesario actuar ahora, porque YA es demasiado tarde.

En ese momento, decidimos ofrecer un servicio para compensar las emisiones de CO2 anuales a través del financiamiento de proyectos de extracción de CO2.

Es necesario reducir nuestra huella cambiando nuestro estilo de vida, pero cualquier cambio no es ni será suficiente en el corto plazo, hay que meterse la mano al bolsillo.

2. No todas las acciones tienen las mismas reacciones

El objetivo pasó a ser entonces construir una herramienta para el cálculo de la contaminación anual personal y la posibilidad de compensar todo o parte de ella. Seguíamos necesitando una forma de medir la huella, por lo que empezamos a revisar todas las calculadoras de emisiones anuales que encontramos. Hay muchas, todas bien parecidas, pero todas haciendo supuestos distintos y por ende resultados variados.

Esto hizo que no confiáramos mucho en las calculadoras y que nuestro primer instinto fuera decir “construyamos la calculadora más precisa disponible”. Hablamos de usar tecnología para definir hasta el último gramo de CO2 emitido, pero pronto nos dimos cuenta de la futilidad de ese ejercicio.

La primera ley de newton dice que por cada acción, hay una reacción. Asumimos erróneamente que esto era válido para disminuir la huella y que las acciones más difíciles de tomar tendrían el impacto más grande en la huella. Por otro lado, hay emisiones que no podemos controlar directamente, como lo generado por la matriz energética de nuestro país. Sin embargo, las actividades más contaminantes que hacemos son relacionadas con el transporte, porque aún casi todos los medios que usamos usan combustibles fósiles. Puedes ser vegano, cargar el celular una vez a la semana o no encender la estufa en invierno, pero un vuelo de 8 horas a Miami ya contamina más en esas 8 horas que el resto del año. Hoy la nasa identifica al transporte privado como el principal responsable de la emisión de CO2 en el mundo.

¿Importa entonces medir si te comiste o no esa hamburguesa vegana en vez de la de wagyu para calcular tu huella anual? Sí, pero no necesitamos precisión perfecta para generar el mayor impacto.

Volvimos para atrás y recordamos que para mejorar no necesitas medir perfectamente, solo consistentemente, y que el objetivo último de la calculadora era darnos nuestras emisiones anuales en órdenes de magnitudes, en toneladas anuales, no en miligramos, de CO2.

Llegar a la medición perfecta es casi imposible, los supuestos siempre serán distintos, el consenso científico no perfecto y las mediciones inexactas. Pero como dice el Nobel de economía George Stigler, “si no has perdido nunca un vuelo, estás pasando mucho tiempo en el aeropuerto”. Llegar a la perfección es costoso y quizás inútil o ineficiente.

El objetivo primario que tenemos en esta etapa es ayudar a identificar áreas de mejora, pero primordialmente ayudar a compensar la huella de cada persona. La calculadora se separó de la compensación: “ofrezcamos 2 opciones: compensar las emisiones promedio por país, sin calcular; calcular de la forma más completa posible y compensar.”

3. No toda compensación es igual

Compensar ya es un tema que puede ser polémico. Si todos compensáramos todas nuestras emisiones, ¿se salva el mundo? ¿No es una forma cara de lavar nuestra conciencia? Claramente, a pesar de un natural cuestionamiento, es un primer paso muy eficaz para compensar nuestro impacto. La clave está en “compensación”: si no va acompañado de un cambio de vida, no sirve mucho. Pero ya vimos en el primer punto que algo hay que hacer, y rápido. Si apalancados de nuestro dinero podemos disminuir el CO2e en nuestra atmósfera, vamos.

También podemos hablar de las iniciativas para extraer CO2 de la atmósfera que finalmente recibirán nuestro dinero. Si es aforestación, ¿cómo nos aseguramos que esos bosques se iban a cortar sin la intervención del proyecto? Si son energías renovables, ¿no eran proyectos que iban a pasar con o sin nuestro dinero?

Hay muchos tipos de proyectos para compensar, desde energía limpia hasta plantar árboles, pasando por máquinas que literalmente extraen CO2 del aire. Así también hay precios de compensación en el rango que queramos.

A nosotros los proyectos que más nos gustaron fueron los proyectos más locales y que más fácil eran de verificar. Así, al momento de lanzar vamos a usar a Pachama para financiar proyectos de reforestación (plantar nuevos árboles) en Sudamérica y estamos en conversaciones con un proyecto chileno de reforestación. Pachama porque confiamos en su proceso de verificación de los proyectos y el proyecto chileno porque los conocemos bien y son locales.

En el futuro, si logramos armar una comunidad lo suficientemente grande, podremos organizar nuestros propios proyectos… soñar no cuesta nada.

4. Entender tu impacto y tu estilo de vida contaminante es el primer y necesario paso

Independiente de lo que hagamos, el primer paso a ser más sustentables es entender y cuantificar el real impacto que tenemos en el mundo. Estábamos felices y tranquilos con mi familia pensando que nuestro estilo de vida era mejor para el planeta que el de nuestros padres, pero no es tan así. Viajamos más en avión que ellos y eso pesa mucho en la balanza.

Hoy ya no vivimos esa fantasía, sabemos que nos queda mucho camino por recorrer, pero al menos estamos reconociendo nuestros errores. Estamos lejos de ser neutrales, pero sabemos cuáles son nuestras debilidades, qué cosas podemos trabajar y qué otras no nos queda más que compensar.

La invitación que hacemos es echarnos a recorrer este camino juntos, hacer un bosque, donde nos apoyemos para resistir las tormentas y crezcamos sanos y fuertes. El mundo no se va a arreglar con acciones individuales, se necesita un actuar comunitario.

5. Es el problema más complejo que enfrenta la humanidad

Esto es solo el comienzo de empezar a resolver un problema muy complejo, cuya solución no está clara. Problema humano, medioambiental, científico, matemático, social, todo. Creo que es el desafío más grande que enfrenta la humanidad, pues requiere cambiar su propia naturaleza contaminante, su estilo de vida, su forma de pensar el mundo.

La famosa incubadora Y Combinator tiene el dicho “construye lo que la gente quiera”. Me gusta más la versión “construye lo que la gente NECESITA.” Hoy necesitamos cambiar, necesitamos hacer cosas difíciles. No es una nueva forma de usar el celular, como lo fue el iPhone; no es una nueva forma de comunicarnos, cómo fue internet; no es algo que potencia nuestra humanidad. El camino que nos trajo hasta acá ya lo recorrimos, no hay cómo cambiar el pasado, pero sí podemos influir el futuro. Podemos cambiar y hacer cosas que nos cuesten, paso a paso.

Hoy la humanidad se conoce mucho mejor que lo que nos conocíamos hace años, sabemos nuestros sesgos y fallas del racionamiento, sabemos cómo hackearnos a nosotros mismos y cambiar para bien. Si empresas se aprovechan de ese conocimiento para generar más likes, ¿cómo no podremos usarlo para ser más sostenibles?

El primer paso es ofrecer una solución fácil a algo difícil. Compensa tus emisiones con una suscripción mensual, monitorea tus emisiones periódicamente y de a poco recorre el camino a un mundo más sustentable, junto a toda nuestra comunidad, junto a un bosque sano y fuerte.

Es hora de que como humanidad actuemos para no romper el planeta. Quizás es demasiado tarde, pero no por eso debemos seguir viviendo como lo hacíamos. Para terminar, una frase cursi pero cuyo mensaje me gusta mucho:

“El planeta no lo heredamos de nuestros padres, lo tomamos prestado de nuestros hijos.”