“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

Una de las frases favoritas de mi papá. Hoy se cumplen 5 años de su partida, 5 años en que hemos hecho camino al andar, 5 años de caminar sin él.

Hace 16 años, justo por estas fechas, estábamos caminando juntos en Cerro Castillo, un circuito de 6 días de caminata. Por esa época era un lugar poco conocido, el camino no era muy claro, y nos encontramos con poca gente. En algunos tramos incluso creímos estar perdidos.

No nos perdimos y terminamos esos días de aventuras comiendo un churrasco italiano en una antigua micro acondicionada como restaurant en el pueblo de Cerro Castillo, cerca de coyhaique.

Si tuviera que resumir mis recuerdos con él en una palabra sería caminar. Caminar por cerros, ciudades, pueblos, parques o al supermercado. Desde una caminata cuando tenía 2 o 3 años, cuando negó mi petición de ser llevado diciendo que ya estaba grande y podía hacerlo solo, la salida cuando ya un poco más grande fuimos asaltados por unos bandidos en el camino que nos amenazaron con cuchillos, los años en que subíamos religiosamente cada fin de semana por los cerros de Santiago, con la excusa de tener que pasear a los perros, los paseos más épicos a las Torres del Paine u otros circuitos, las caminatas a la plaza con su nieto mayor, el único que alcanzó a conocer y finalmente las caminatas de hoy, acompañado solo por su recuerdo.

Al final de su vida había leído un libro llamado “Born to Run”, donde se argumentaba que evolucionamos para correr y caminar largas distancias. La verdad es que yo no leí, pero por lo que me contó me hace mucho sentido. Caminar o correr no es solo bueno para nuestros cuerpos, también lo es para nuestras mentes. Evolucionamos para estar en movimiento, nuestros cerebros para recordar caminos y rutas, a campo traviesa o en el bosque, nuestras piernas para resistir grandes distancias y nuestras caderas móviles y brazos fuertes para poder hacer cosas mientras nos movemos.

El escritor americano Barry López va más allá. Para él caminar y conocer muy bien un lugar, especialmente los lugares donde vivimos, son la mejor forma para encontrarnos a nosotros mismos. En la medida que conocemos las rutas, los lugares, los rincones, los árboles, los animales, nos vamos dando forma a nosotros mismos.

Creo que para mi papá, alguien que se perdió dos veces caminando por los cerros, una vez teniendo que pasar la noche a la intemperie, esto se cumplía a cabalidad. Se encontró, se reencontró y finalmente vivió sus últimos momentos de su vida corriendo por un cerro.

Por mi parte, caminar es parte tan importante de mi vida que si no camino me pongo más gruñón, pienso cosas más tontas y soy menos feliz. Seguiremos caminando, recordando y haciendo caminos al futuro, encontrándonos, dándonos forma con cada paso y haciendo honor a la memoria de un caminador inagotable.